El ocaso de la memoria en el mundo del aprendizaje choca frontalmente con otras valoraciones. Paradojas de la psicología: aquello que no nos sirve para aprender es lo que configura nuestra identidad. En cierta manera, la memoria nos devuelve el golpe: responde a nuestro desprecio mostrando su importancia. Cuando falla, dejamos de ser nosotros, como se comprueba de forma dolorosa en las enfermedades que provocan olvidos irreversibles. La venganza de la memoria nos obliga a tomar conciencia de que no hay aprendizaje sin memoria: incluso aquellos que aprenden sólo (si es que es posible emplear este “sólo”) procedimientos y estrategias necesitan de la memoria. Si esta falla, puede que lleguemos a no saber hacer absolutamente nada. Qué cosas tiene la vida: también aprenden “de memoria” los que se centran en las habilidades. La memoria es garantía de supervivencia: sin ella el día a día, la vida cotidiana, se vuelve el más irresoluble de los enigmas, el mayor de los problemas. No somos conscientes de la memoria que necesitamos para atarnos los zapatos cada mañana.
La “polémica” memoria se retuerce aún más cuando le ponemos adjetivos: personal, vital, literaria, colectiva, histórica… En este caso, no faltan quienes abogan por devolverle todo su valor y dignidad: la memoria no sirve para aprender, pero sí, por lo que se ve, para albergar una serie de ideas compartidas que forman lo que se llama “memoria colectiva”. O también, por qué no, para conformar nuestro pasado más reciente, si acaso le acompañamos del adjetivo “histórica”. Con qué facilidad saltamos de la memoria individual, frágil, fragmentaria e imaginativa a estos conceptos que tratan de “aglomerar” memorias, de compactarlas para dar una continuidad y una coherencia que quizás falte en la realidad. En otras palabras: hacemos de la memoria lo que nos apetece o conviene. Tan pronto es un trasto que no nos permite aprender en condiciones, como lo convertimos en la clave explicativa de la historia. Algo que no ocurre con ninguna otra facultad psicológica del ser humano. Hace falta, probablemente, un cierto sentido analítico, y comenzar a distinguir memorias dentro de la memoria: para saber qué función juega en nuestra vida, y poder valorarla de la forma más ajustada posible. Evitando, en definitiva, ciertas actitudes esquizoides: qué es la memoria, para qué nos sirve y hasta dónde llega. ¿Es esto tan difícil de responder?
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