La violència és la por als ideals dels demés. -Mahatma Gandhi-

domingo, 16 de enero de 2011

Cuando la economía hundió la política


Los números no nos cuadranEn las últimas semanas se vienen sucediendo diversos análisis de las medidas de recorte que están tomando los países de la Unión Europea. No son pocas las voces que han proclamado el fin de la política y su derrota más absoluta respecto a la economía. Cuando se actúa, dicen, bajo el imperativo de los mercados o las necesidades financieras, se están doblegando los intereses públicos de todos a los privados de algunos pocos. En este planteamiento se esconde una valoración polarizada: la economía, se nos viene a decir, es responsable de todos los males occidentales y la política, por su parte, es el ángel bueno de la película, que trata de compensar con su sabia intervención los desmanes de la economía. Da la sensación de que volviéramos a la tierra media, y que las huestes del mal pelearan a brazo partido con unos pocos elegidos que portan la esperanza de todos. Ponerle un poco de épica al periódico de cada mañana no está nada mal, si lo que pretende uno es pasar un rato divertido y ameno. Pero cuando se va de “periodista”, “articulista” o “tertuliano”, debería mantenerse cierto rigor.

Satanizar la economía es empobrecedor: no sólo metafóricamente sino también de un modo literal. Para empezar, implica desconocer que la economía nace de algo tan perentorio como el cubrir necesidades. Eso que suele gustarnos tanto como alimentarnos, no pasar frío, etc. En Aristóteles se encuentran ya reflexiones económicas, que no son más que orientaciones sobre la buena gestión del hogar. La economía no es el maligno, ni una fuerza oculta y conspiradora: es la manera en la que producimos, distribuimos y consumimos recursos. No pretendo decir con esto que sus efectos sobre la sociedad o la política sean neutros o inexistentes: al contrario, son esenciales para comprender muchos de los fenómenos de nuestros días. Pero convertirla en “responsable” de la crisis es una estrategia similar a culpar a la gravedad de la caída sufrida después de saltar de un tercer piso. De los políticos, pero también de los periodistas, siempre se espera una capacidad de análisis un poco más profunda y rigurosa.

Cuando el crecimiento del producto interior bruto español era continuado, oh casualidad, nadie “culpaba” a la economía de ello: la política era la que lograba que el sistema funcionara. La consecuencia me parece sencilla: la política y la economía no tienen por qué entenderse como contrapuestas. Son fuerzas concurrentes dentro de sistemas complejos. Está la política y está la economía, pero también la sociedad, la cultura, la religión, el arte, las tradiciones… Hay una red de elementos interactuando entre sí que debería impedir los enfoques unidimensionales de los problemas. En vez de satanizar la economía, quizás debiéramos tomar conciencia de su importancia y asumir que es uno de los pilares de la sociedad. No el único, ni necesariamente el más importante, pero sí lo suficientemente relevante como para no convertirla en víctima propiciatoria de nuestros problemas. Decir que la política está a los pies de la economía esdemagogia. Creer que la economía puede dominarlo todo y vivir al margen de la política es propio sólo de un megalómano. Y seguro que todos podemos poner cara a más de un demagogo o un megalómano que andan en estos días por los medios de comunicación.

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